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Por eso que mis mejores aliados en estos tiempos de crisis bronquial, aparte del limón, el Paracetamol y los litros de agua que me he tomado hasta llegar al enguatamiento, son las cajas de pañuelos desechables. Las adoro, juro que muchas veces vi películas de mina, en las que la pobre despechada lloraba en la cama, con una de esas cajas al lado, de la que salían papelitos como por arte de magia, y pensaba "Uh, yo también quiero una de esas", ok puede que el contexto sea diferente, mi cara penosa es de agripada y no de despecho, pero eso de andar con la cajita de colores por toda la casa, me entretiene y es mucho más glamoroso que usar un rollo de papel confort ultra aspero que se desarma entero cuando se cae y que deja la nariz como Rodolfo el Reno. En estos días, no suelto mi caja y hasta que no se me pase el estado lamentable, creo que va a ser mi compañera ideal, a la que no voy a dejar de lado, salvo para ir nuevamente a hacerme un te con limón o comprar la botella número 10 de agua mineral.