Pero ahora ya, el término objeto fetiche, que influenciado por el mundo de la moda, se ha convertido más bien en accesorio fetiche, ha pasado a ser, principalmente para las mujeres (pobres criaturas débiles y con poder adquisitivo que creen cualquier cosa) un objeto específico que causa un enorme grado de delirio y obsesión, pero que es aceptable en el ámbito social, y en algunos casos, más que aceptable, envidiable. Claro, como no va a ser de envidiar alguien que tiene como fetiche los zapatos y puede comprarse las veces que quiera un par de tacos Nine West, unas chalas Mingo o haciendo un esfuerzo máximo de sobriedad y para no derrochar tanto, unas botas maravillosas de Hush Puppies.
Y así con cualquier otro tipo de chiche que uno pueda tener en la casa y cuidar maniáticamente, o bien, andar trayendo colgado como una manda. Lentes, pañuelos, collares, bolsos, zapatos (okei, demasiado sex and the city), aros, u otras cosas que ya son más raras y que no me quiero arriesgar a mencionar. Todo puede convertirse en fetiche, además los respectivos dueños de estas COSAS se enorgullecen totalmente de su condición y cuando llegan a adquirir un nuevo cachureo para su colección, se preocupan de hacerlo notar, de usarlo y lucirlo (nótese, esto siempre tiene que ser con gracia y estilo, si no se puede ver medio shulo)
Accesorio fetiche... “Maldición yo también quiero uno”, pensé, yendo contra todo lo que me indica mi formación criticona y poco dada a seguir las tendencias de la moda. A ver, existe algo? una vil cosa que en mí cause una conducta anormal de adoración exagerada? Cuando pensé esto, lo primero que se me vino a la cabeza, y no lo pude evitar fue una cosa, MI CAJÓN DE LOS CALCETINES. Si!!!!! Ahí estaba la respuesta a mi profunda interrogante, no lo podía creer.
Cada vez que paso por una tienda, en los pasillos de ropa del supermercado, en la feria en santiago (donde venden hasta baby doll a luca) e incluso, cada vez que le miro los tobillos a alguien, en lo primero que me fijo, es en los calcetines. Raro, lo sé, pero me fascinan y cada vez que me hago de un par nuevo, soy feliz y por supuesto, me preocupo de que sea distinto a los que ya tengo.
Cuando estaba en el colegio, no salía de las calcetas blancas muy típicas y poco originales, no me preocupaba mayormente porque mientras sirvieran no había problema, pero HOY eso ha cambiado, mis calcetines son multifacéticos, y me encantan. Tengo muchos... con rayas de colores, de polar con goma en las plantas, con “motivos invernales”, chilotes (obvio, la tendencia étnica tenía que estar y los amo), delgados, gruesos, largos, cortos, sobrios, chillones, e incluso blancos, no podía dejar de lado a los clásicos.
Descubrí mi punto débil por fin!, soy una víctima más de las tendencias fetichistas obsesivas aprobadas por la sociedad, puedo descansar tranquila (por lo menos por un rato)