El año pasado en esta misma época yo era, vivía, dormía, comía y hablaba casi sólo un tema, TESIS, estaba terminando mi carrera, tenía un ramo (Nota: por cosas de la vida me atrasé un año y al final quedé con mi piñufle ramo) y el resto del tiempo mi cabeza giraba intentando terminar de la mejor manera, el seudo estudio que nos exigen para validar el hecho de que ya somos periodistas. Creo que nunca había rabiado más tratando de armar la estructura y el contenido de mi trabajo, creo que nunca me había dado cuenta de lo mucho que me faltaba por aprender para encaminar una buena investigación, con un soporte escrito que se entendiera y del que terminara por sentirme orgullosa o relativamente, por lo menos.
Así que aunque pareciera disco rayado, me dediqué a darle vuelta al asunto, a pedir ideas y sugerencias, y a hablarle a todo quien se me pusiera por delante de la importancia que tenía mi tema para el país y sus habitantes (de los cuales, prácticamente la mayoría no tuvo idea de lo preocupada que estaba yo, pero me daba lo mismo)
Así que a eso me aboqué y casi me fanaticé... al punto de pasar horas metida en la biblioteca revisando libros y notas de prensa, que me pudieran aportar una base sólida para lo que quería hacer. Sin darme cuenta me interné en el universo paralelo de la hemeroteca...
Ahí fue donde conocí al señor nervioso y casi catatónico que se demora media hora en tomar el pedido de los ejemplares que uno quiere sacar, otra media hora en encontrarlo, 15 minutos en desatar el hilo verde y añejo con el que están amarrados los diarios más actuales y 5 minutos más en entregarlo (eso sin contar lo eterno que se le hace pedir el carnet y guardarlo en la cajita de madera por apellidos) hay que tener una enorme paciencia y más vale irse con calma porque cada vez que uno intenta dirigirle la palabra al caballero, se agregan 5 minutos más por respuesta fallida que intenta dar, porque al parecer lo descolocan aun más las preguntas y las acotaciones que uno tenga que hacer.
Cuando de una vez y POR FIN lograba tener en mis manos el empastado que contenía un mes entero del diario El Mercurio de Valparaíso (es de imaginar el tamaño) había que instalarse... abrir pesaaaaadamente el libraco y empezar a hojear... En ese minuto conocí al otro personaje intimidante de la Biblioteca Severin.
Estaba un día total y absolutamente concentrada en mi búsqueda de noticias, cuando alguien me empezó a hablar... era un caballero con una sola pierna que revisaba con todo el tiempo del mundo algunos libros, y al que ya había visto uno de los días anteriores donde mismo. Me preguntó que hacía, que buscaba, porque me interesaba lo que me interesaba, por que no hacía mejor una investigación de ÑA y mil otras cosas que no recuerdo muy bien. Al principio intentando ser civilizada le respondí, sin mirarlo mucho y de la forma más cortésmente indiferente que encontré, de manera que se diera por aludido y no me hablara más, pero eso no estaba en sus planes.
Siguió diciendo que me había visto al entrar, que era muy distinta a las niñas de mi edad (por mi cara, debe haber estado pensando en 16) y que mi aura era de otra época... QUÉ!!!??? Casi etérea como una aparición, por mis colores y mi forma de moverme QUÉ!!!??? Esto es mucho, ME SUPERA, ME SUPERA
Ese día me dolía la cabeza, estaba enojada por alguna x razón de la vida, no había dormido nada y esto de estar encerrada en la biblioteca se me había empezado a hacer eterno, así que después de escuchar esa sarta de surrealismos, apliqué PLAN B... un estado de pesadez infantil y desagradable que nace cuando no quiero que NADIE se me acerque, en especial señores extraños que me confunden con un fantasma.
CRASO ERROR... en lugar de conseguir que se alejara me gané un reto increíble que incluyó frases como estas:
- ¿Qué pasa, acaso estás siendo reprimida por alguien?
- ¿Ibas a ser monja y no lo permiten en tu casa? Por eso vienes acá
- ¿Por que desprecias a las personas que están cerca?
- Lástima que desperdicies un consejo de alguien que pudo haber sido tu abuelo
Después de recitar eso y de yo haberle pedido que me dejara tranquila por favor, porque me quedaba mucho que hacer todavía, me hizo un desprecio y se fue... Seguí encontrándolo, porque iba todos los días a la biblioteca, pero cada vez que me veía ponía cara de agrio y se iba a sentar a otro lado.
Un año después he tenido que volver a la biblioteca, a la hemeroteca para ser más precisa... y lo primero que vi cuando entré fue al caballero de una pierna sentado en uno de los mesones y metiéndole conversa a un niño que lo miraba muy concentrado ¿qué le estaría diciendo? ¿qué tipo de “aura” habrá encontrado en el? Uno elige lo que escucha... uno decide que “consejos” toma y a el, decidí pasarlo por alto, pero ¿nos habrá quedado una cuenta pendiente? ¿me volveré a encontrar cara a cara con el caballero de la hemeroteca?
Así que aunque pareciera disco rayado, me dediqué a darle vuelta al asunto, a pedir ideas y sugerencias, y a hablarle a todo quien se me pusiera por delante de la importancia que tenía mi tema para el país y sus habitantes (de los cuales, prácticamente la mayoría no tuvo idea de lo preocupada que estaba yo, pero me daba lo mismo)
Así que a eso me aboqué y casi me fanaticé... al punto de pasar horas metida en la biblioteca revisando libros y notas de prensa, que me pudieran aportar una base sólida para lo que quería hacer. Sin darme cuenta me interné en el universo paralelo de la hemeroteca...
Ahí fue donde conocí al señor nervioso y casi catatónico que se demora media hora en tomar el pedido de los ejemplares que uno quiere sacar, otra media hora en encontrarlo, 15 minutos en desatar el hilo verde y añejo con el que están amarrados los diarios más actuales y 5 minutos más en entregarlo (eso sin contar lo eterno que se le hace pedir el carnet y guardarlo en la cajita de madera por apellidos) hay que tener una enorme paciencia y más vale irse con calma porque cada vez que uno intenta dirigirle la palabra al caballero, se agregan 5 minutos más por respuesta fallida que intenta dar, porque al parecer lo descolocan aun más las preguntas y las acotaciones que uno tenga que hacer.
Cuando de una vez y POR FIN lograba tener en mis manos el empastado que contenía un mes entero del diario El Mercurio de Valparaíso (es de imaginar el tamaño) había que instalarse... abrir pesaaaaadamente el libraco y empezar a hojear... En ese minuto conocí al otro personaje intimidante de la Biblioteca Severin.
Estaba un día total y absolutamente concentrada en mi búsqueda de noticias, cuando alguien me empezó a hablar... era un caballero con una sola pierna que revisaba con todo el tiempo del mundo algunos libros, y al que ya había visto uno de los días anteriores donde mismo. Me preguntó que hacía, que buscaba, porque me interesaba lo que me interesaba, por que no hacía mejor una investigación de ÑA y mil otras cosas que no recuerdo muy bien. Al principio intentando ser civilizada le respondí, sin mirarlo mucho y de la forma más cortésmente indiferente que encontré, de manera que se diera por aludido y no me hablara más, pero eso no estaba en sus planes.
Siguió diciendo que me había visto al entrar, que era muy distinta a las niñas de mi edad (por mi cara, debe haber estado pensando en 16) y que mi aura era de otra época... QUÉ!!!??? Casi etérea como una aparición, por mis colores y mi forma de moverme QUÉ!!!??? Esto es mucho, ME SUPERA, ME SUPERA
Ese día me dolía la cabeza, estaba enojada por alguna x razón de la vida, no había dormido nada y esto de estar encerrada en la biblioteca se me había empezado a hacer eterno, así que después de escuchar esa sarta de surrealismos, apliqué PLAN B... un estado de pesadez infantil y desagradable que nace cuando no quiero que NADIE se me acerque, en especial señores extraños que me confunden con un fantasma.
CRASO ERROR... en lugar de conseguir que se alejara me gané un reto increíble que incluyó frases como estas:
- ¿Qué pasa, acaso estás siendo reprimida por alguien?
- ¿Ibas a ser monja y no lo permiten en tu casa? Por eso vienes acá
- ¿Por que desprecias a las personas que están cerca?
- Lástima que desperdicies un consejo de alguien que pudo haber sido tu abuelo
Después de recitar eso y de yo haberle pedido que me dejara tranquila por favor, porque me quedaba mucho que hacer todavía, me hizo un desprecio y se fue... Seguí encontrándolo, porque iba todos los días a la biblioteca, pero cada vez que me veía ponía cara de agrio y se iba a sentar a otro lado.
Un año después he tenido que volver a la biblioteca, a la hemeroteca para ser más precisa... y lo primero que vi cuando entré fue al caballero de una pierna sentado en uno de los mesones y metiéndole conversa a un niño que lo miraba muy concentrado ¿qué le estaría diciendo? ¿qué tipo de “aura” habrá encontrado en el? Uno elige lo que escucha... uno decide que “consejos” toma y a el, decidí pasarlo por alto, pero ¿nos habrá quedado una cuenta pendiente? ¿me volveré a encontrar cara a cara con el caballero de la hemeroteca?